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Desechar la Seguridad Nacional

Hugo Ernesto Hernández Carrasco
Docente universitario y escritor. Tiene estudios en Ciencia Política y Defensa Nacional.
Twitter: @h7go

“El Estado no es frágil como un ser vivo que es preciso conservar en buena salud sino precario por la naturaleza de las cosas en las cuales se inserta”
Gabriel Naudé

Los conceptos “Paz”, “Seguridad”, “Seguridad Nacional” suelen mencionarse como mantras en los distintos documentos oficiales, tengan un carácter aspiracional o fundacional como valores y formas fundamentales de México, su utilización se ha acentuado con el paso de los años, sobre todo con el alza de la violencia. En este sentido, Seguridad Nacional, es un término que incluso, una parte de los militantes de izquierda no ve con malos ojos, al final ¿a quién no le gusta la idea de preserver la SN? Sin embargo es inevitable pensar que existen dislocaciones, distancias reales e imaginarias entre este ultimo concepto, respecto a lo que emula su significado aparente, pues más que una palabra aspiracional, ésta categoría, tiene –a partir de su interpretación- un impacto notable en la vida política y social.

En el caso concreto de la SN, podemos decir que desde el año 2005 se ha impuesto como el paradigma dominante de la seguridad del régimen mexicano, de suerte tal que la palabra ha adquirido multiples caracteres. Existe, bien se sabe, una Ley de Seguridad Nacional, igual de discresional que la abrogada Ley de Seguridad Interior, con la diferencia que la LSN no fue declarada inconsitucional. Hasta hoy, dicho marco legal, permite que los órganos que sesionen, deliberen y actúen en torno a la seguridad nacional sean reducidos y pertenezcan exclusivamente al gabinete presidencial. Es preciso recordar que definir las amenazas y peligros es una tarea delicada en cuanto al sentido de su interpretación se refiere, como sostuvo Carl Schmitt, todos los conceptos, ideas y palabras políticas poseen un sentido polémico; tienen a la vista una rivalidad concreta. Esta situación en donde la seguridad nacional es multidimensional pero definida/vigilada solamente por unos cuantos organismos sin contrapesos reales, a primera vista, debe ser evitada, como parte de las aspiraciones del programa complejo que enarbola el presidente entrante López Obrador.

Ahora bien, durante la presentación del “Plan de Paz y Seguridad 2018-2024” se hizo mención de la necesidad de “reformular” la seguridad nacional y de “reorientar a las Fuerzas Armadas”. Este punto no debe pasar desapercibido, ya que si bien existen sobradas polémicas respecto al plan, como la creación de la Guardia Nacional o la aparente militarización del país, no debemos pasar por alto este concepto que a la fecha sigue resultando polémico por las razones antes mencionadas. En este sentido, la ambigüedad de lo que llamamos SN, (¿hasta dónde llegan los límites de la Seguridad? ¿hasta dónde y quien/es son la Nación?), tiende a volver difusos sus límites. Si en verdad se quiere romper con la inercia de administraciones pasadas, el aparato doctrinario y operativo de la seguridad en México debe ser reformulado, empezando por desechar la SN como concepto. Ya desde 1979 (hace casi 40 años), Joseph Comblin fue develando con sobrados argumentos, que lejos de ser parte de la solución, la SN -en la mayor parte de los gobiernos de América Latina- resultaba ser parte del problema. Aun pensando en reformularla, su complicada definición jurídica puede llevar a complicaciones de índole burocrática, al momento de aplicarla sobre terreno. En términos doctrinarios, la SN no tiene llene, es decir, al aspirar a ser una seguridad completa, todos los aspectos que componen a “la Nación” son susceptibles de ser securitizados en aras de la consecución de ciertas aspiraciones u objetivos nacionales, la política y lo militar tienden a mixtificarse a la larga por la propia inercia aspiracional del concepto. A la larga y aunque no sea la intención principal, se empieza por desear la seguridad absoluta de la nación, en este sentido, no hay recursos humanos y económicos que alcancen.

Finalmente no es que la seguridad nacional se encuentre mal formulada por la cúpula política o que los cuerpos de seguridad no estén preparados para salvaguardar dicha condición, más bien, no se puede pretender construir una política de Estado con un marco teórico caduco y -a la fecha- ambiguo. En el caso de la SN no se trata de “ayudar” a mejorarla, reformularla o entenderla como concepto, sino a superarla, tratando de diferenciar y democratizar el tratamiento de la seguridad exterior, seguridad interior y seguridad pública, aprovechando que además se tiene la coyuntura política a favor del gobierno entrante.

Futuras callejoneadas
Es común encontrar países a lo largo del mundo con cuerpos de seguridad
“intermedios”, es decir, en esa zona gris –que en algunos casos se denomina seguridad interior- que se encuentra entre la seguridad pública y la seguridad exterior, es común incluso que tengan formación y estructura similar a la de las fuerzas militares, el problema no reside ahí, reside en los contrapesos, en la definición de funciones y en su observancia, saltos que el gobierno entrante tiene que dar. Por eso, respecto a la Guardia Nacional se hablará en próximas columnas ¡Hasta la próxima!

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