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La amenaza de las putas

Recién nos enteramos de que a las mujeres nos acosan todo el tiempo. Incluso, recién nos enteramos que nos molesta que nos acosen.

Cuando hablo de forma tan general no pretendo negar que muchas personas sabíamos ya, desde hace mucho, que hay espacios hostiles para nosotras, las mujeres. Desde hace mucho –incluso cuando éramos todavía niñas- nuestros padres nos dijeron que cuando nos chiflaran, no volteáramos; desde hace mucho, nos dimos cuenta de que teníamos que usar pantalón cuando utilizamos el transporte público y  una vez llegando a nuestro lugar de destino, entonces ponernos la falda; desde hace mucho nos dimos cuenta de que teníamos que cuidar la forma en la que nos acercábamos a nuestros profesores, jefes o compañeros para que no diéramos espacio a ninguna interpretación inadecuada; desde hace mucho nos dimos cuenta de que estar en un espacio con puros hombres, era peligroso.

¿Por qué escribo que es hasta hoy que nos venimos enterando de que a las mujeres nos acosan? Hoy, lo que antes era un problema tan insignificante como que las banquetas están chuecas, se está hablando en lo público.

Spoiler alert: ¡Mentira! Que las banquetas estén chuecas tampoco es un problema insignificante, es resultado de visiones dominantes al construir las ciudades. Así como el patriarcado pero la distribución del espacio urbano. Ya hablaremos después de ello.

El #MeToo es –porque no se ha terminado ni espero que lo haga pronto- una oportunidad para poner en la discusión el tema del acoso, y ya no nada más refiriéndonos a hombres ese hombre que nos toca en la calle, al que probablemente nunca volveremos a ver y del que sabremos su nombre ni por asomo. Hoy les estamos dando rostros y nombres.

“Ahora resulta que todo nos molesta y que todo puede ser acoso.”

Pues sí. Resulta que siempre hubo actitudes que nos molestaron o incomodaron pero de las que nunca hablábamos por eran males que teníamos que soportar, porque así era y así debía de seguir siendo. #MeToo es un espacio que nos permite darnos cuenta de que NO estamos solas en esto y ese es uno de los pasos más importantes. NO eras tú la que estaba mal cuando en la prepa te dijeron que si ya sabías cómo era el profe, para qué llevabas vestido; que NO eras tú la que estaba mal cuando te dijeron que el problema fue que te quedaste sola en el salón con el maestro, que NO eras tú la que estaba mal cuando te dijeron que el problema era que llevabas escotes muy pronunciados al trabajo. Saber esto es comenzar a tejer redes.

Ese es uno de los más grandes logros del #MeToo. No es ni fortalecer el sistema jurídico o mejorar los mecanismos de denuncia, es tejer redes. Lograr creernos entre nosotras, que nos crean, encontrarnos y tomarnos de la mano. #MeToo es muchísimo más simbólico que buscar encontrar mejores mecanismos de denuncia, su mayor logro es sabernos juntas, y eso es arremeter contra la máxima “divide y vencerás” con un melódico ¡venceremos!

Sobre la amenaza de las putas.

Siempre tuvimos que cuidarnos de no ser putas.

Vigila cómo te paras porque si abres las piernas, eres una puta.

Vigila cómo te sientas porque si abres las piernas, eres una puta.

Vigila cómo te vistes porque si enseñas de más, eres una puta.

No te lleves con más hombres que mujeres porque la gente va a pensar que eres una puta.

No tengas relaciones sexuales con tu novio, porque él le dirá a sus amigos y todos sabrán que eres una puta.

No hables de tu vida sexual porque el mundo se enterará de que eres una puta.

Si la gente empieza a hablar de que eres una puta, no hay más que hacer al respecto, tu vida se arruinó.

No había forma de comprobarlo científicamente o darle validez legal. Lo que definía si eras una puta o no, era lo que en el imaginario colectivo pensaba de ti, y eso tenía – y sigue teniendo – consecuencias tangibles y reales.

Así funciona el #MeToo. El objetivo es re ordenar la forma en que entendemos lo que está bien y lo que está mal para que así como nosotras nos cuidábamos – y nos seguimos cuidando – de ser putas, ahora los hombres tengan que cuidarse de ser acosadores.

Mi yo revanchista se alimenta vorazmente de la frase “el miedo está cambiando de lado”. Si bien, tampoco se trata de eso, hay que analizar lo que está sucediendo. El miedo se está redistribuyendo, al igual que el poder. Como sea, un mundo en el que yo ya no tenga miedo de ser puta pero tú si tengas miedo de ser un acosador o un violador, es un mundo más justo e igualitario.

Vamos por el camino correcto.

Venceremos.

1 comentario en «La amenaza de las putas»

  1. No me gustan los extremos pero se entiende el punto, el texto pierde fuerza cuando excluye a los hombres que son como ellas, es decir no son acosadores, al no hacer esta inclusión parece como una carta de guerra de mujeres vs hombres y no de mujeres y hombres vs acosadores, la inclusión es la mejor forma de combatir esa violencia, pues tú bien lo escribes no están solas, creo que somos la mayoría de los hombres los que estamos con ustedes.

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