Imagen: SSC Puebla
En fechas recientes, nuestras redes sociales fueron tapizadas con una misma nota, parafraseada por cada editor: «Declaran a Puebla primer lugar en inseguridad nacional», «Claudia Rivera convierte a Puebla en la ciudad más insegura del país»,
«Puebla es la ciudad más insegura de México: INEGI». Según la mayoría de los medios locales, es hora de buscar un lugar más seguro para vivir. Mazatlán, Sinaloa por ejemplo.
¿Qué tan cierta es esta información y de dónde proviene? De acuerdo a los indicadores nacionales de seguridad, Puebla se encuentra en un nivel mediano bajo de gravedad y frecuencia delictiva, en comparación con el resto de los estados.
¿Por qué las notas periodísticas aseguran lo contrario? Pues lo hacen y no. El dato real del INEGI, es que Puebla tiene el primer lugar en «Percepción» de inseguridad. Esta palabra, percepción, es el tema central del mensaje y cambia el sentido de lo que algunos medios quieren transmitir. La percepción de inseguridad mide el estado emocional de la población, no la actividad criminal en la ciudad, ni el desempeño de las instituciones de seguridad.
Por ejemplo, en Cuernavaca, Morelos hay periodos en que la población se siente más segura, aunque el crimen no baje de intensidad. O en Matamoros, Tamaulipas donde la criminalidad baja, pero no así el sentimiento de inseguridad. Sólo en pocas ciudades el dato coincide, como en Ecatepec, donde la criminalidad es muy alta y la percepción, de inseguridad, también lo es.
El confundir estos dos datos puede llevarnos a un análisis muy pobre del estado de la ciudad y, en consecuencia, a levantar una ola de pánico con efectos contrarios al bienestar o la implementación de políticas deficientes. Por ejemplo comprar más armas, para tratar la salud emocional de los jóvenes o para «proteger sus hogares».
Sin duda, el miedo es una de las principales herramientas de la intimidación e irracionalidad porque genera un efecto de inacción en las víctimas y de dominio entre los violentos. El miedo, esto que los titulares violentos detonan, es uno de los principales motores de la violencia. La violencia real.
Como es sabido, en ocasiones los titulares se alimentan de conflictos y los ensalzan a cambio de vistas e interacciones que generen más menciones e incrementen las visitas. Además nos consideran personas flojas, porque prevén que casi nadie leerá la nota completa y que generaremos un juicio sólo con el titular «sutilmente tergiversado».
Por ello, debemos ser cuidadosos con las referencias periodísticas a las que aludimos en las conversaciones cotidianas y ser moderados ante la crítica destructiva y cargada de adjetivaciones negativas; así como señalar a aquellos que, gracias a su ética de trabajo, son fuentes confiables de información. Tenemos, entonces que disputar el monopolio de la crítica. Es trabajo de todas y todos.
También, tenemos claro que hay intereses políticos que los motivan, los datos son precisos, pero la forma en la que se enuncian pueden transformar su interpretación, como sucedió ayer.
Pero atención, el hecho de que la información haya sido tergiversada, no elimina el problema del que nadie está hablando: nuestra salud emocional.
Más allá de si materialmente es falso o no, es un hecho que otros factores más profundos y más complejos nos hacen sentir amenazadas y amenazados. La competencia desmedida constante, para legitimarnos sobre los otros, en un mundo de consumo, genera sentimientos sociales de insuficiencia, de desvalorización y de rencor. Este conjunto genera una incertidumbre colectiva que se siente muy parecida al miedo. Y no, en este caso, como en la mayoría de los casos, el cambio no está en uno mismo.
Desde aquí, como servidoras y servidores públicos, debemos traer al centro la humanidad de las personas. Dejar de verles como números o maquinas de trabajo; como contribuyentes o votantes, como medios para ascenderen el ránking de visitas. Y también tenemos que quitarnos la idea de la cabeza de que no somos más que eso, entender que no podemos medir el éxito de nuestro trabajo sólo en estadísticas frías y que debemos procurar tener relaciones más cercanas, para, entre todos y todas, constuir ciudades más humanas.
Por nuestra parte, desde el Instituto Municipal de la Juventud, hemos comenzado a trabajar con expertos y determinado que este tema, el de la violencia y la salud emocional de las y los jóvenes, sea el foco central de atención en todos los proyectos que llevaremos a cabo este año. Y procuraremos que exista un trabajo transversal con todas las otras dependencias, porque sabemos que nos inspira el mismo espíritu de transformación de ideas.
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Sol Cortes es licenciada en Administración Pública y Ciencias políticas por la BUAP, maestra en sociología por la misma institución y actualmente se desempeña como Directora del Instituto Municipal de la Juventud de la capital poblana.