Imagen: @fibrillaamador
- La oposición
La oposición es necesaria. Cualquier régimen que aspire a ser democrático la requiere con voz, con voto, con peso, presencia y poder.
¿Hay oposición en México? Sí, sin duda, y es grande, pero su problema es que es torpe, iracunda, está desarticulada y las voces de sus mejores cuadros se ahogan ante los gritos de los peores, y es esa su perdición. Aquéllos quienes de entre sus filas podrían erigirse como pilares para reconstruir una alternativa al poder, a su presidente, a su partido y sus seguidores son sepultados entre los tumbos, los ridículos y las rabietas de sus compañeros de lucha, quienes confunden importancia con estridencia.
Esto no es bueno para nadie: ni para los opositores, ni para la sociedad, ni para el país y tampoco para el régimen. Para volver a ser importante la oposición necesita dejar de hacer lo que ha estado haciendo hasta hoy, enmendar y hacer las cosas bien.
- Mezquindad
¿Qué ha hecho mal la oposición? En primer lugar, hacer de su mezquindad un espectáculo público, vergonzoso, del que cualquier mente sensata buscaría poner distancia. La denuncia y sensibilidad actual contra males históricos como el racismo, el clasismo y el elitismo debe mucho a los despliegues de miseria humana que curiosamente hacen sentir orgullosos a los opositores, quienes, increpados, gritan a voz en cuello: “¿Qué por qué traigo buen coche a la marcha? ¡Porque yo si trabajo, pinche obrero jodido!” Expresiones así en sus mil presentaciones son algo ya común, visto y documentado ahí en dónde se expresa públicamente la oposición. El problema no está sólo en la expresión, sino en su impacto: en la oposición pareciera existir un tipo de ceguera o indolencia que les impide ver algo mal ahí, sus palabras de desprecio no sólo no les provoca vergüenza, sino que les causa gracia, y a los peores de entre ellos les provoca incluso orgullo.
¿Qué hay ahí? Lo que hay ahí es una mentalidad que ya perdió la capacidad de distinguir y de contenerse. Andrés Manuel López Obrador habla de adversarios, nunca de enemigos, porque entiende la diferencia: con el adversario se disiente, al enemigo se le extermina. La oposición y sus cuadros más visibles –que no por ser los más visibles son también los más capaces- no entienden esta diferencia: hay periodistas que han invitado al magnicidio del mandatario, los hay también quienes, sin freno, han hecho suyo el ataque a su familia, mujer e hijo del mandatario. Y eso que son el sector letrado, el articulado, el intelectual, el sector pensante de la crítica, ese que en principio debería de entender de política y de diferencias de opinión. ¿Cómo serán los demás? Son más salvajes: cuando se expresa de forma directa exuda crueldad, sadismo y regocijo con cada maltrato a la mujer y al niño del que consideran su enemigo. No tienen límite y han perdido ya la conciencia y la humanidad: eso, ojalá muera López Obrador, eso, ojalá ofendan más a su mujer, eso, ojalá humillen más a su hijo…
Esa oposición no sirve para ningún bien general. Pero es útil, sí, para hacer juego a la polarización a la que ha invitado el régimen y consiguiendo con ello radicalizar a la sociedad. No lo ven y no lo saben, pero es una trampa pues la polarización por definición es favorable a las mayorías. Con cada una de sus expresiones infames, esos “obreros”, esos “jodidos”, esos “prietos”, esos “indios” y esos “nacos”que tanto desprecio les causan aterrizan por miles ahí en donde sienten un lugar con dignidad: cerca del presidente, de su partido, de sus simpatizantes: la casa gana.
- Ignorancia
¿Qué otra cosa más hace mal la oposición? Lucir su ignorancia. Resulta sorprendente la cantidad de opositores que ven el mundo en términos de capitalismo-comunismo como si el último medio siglo hubiese pasado en balde y como si la inmensa mayoría de los gobiernos del mundo no fueran gobiernos mixtos con mezclas intermedias de varios tonos. Los hay centristas, verdes, socialdemócratas, demócratas cristianos y hasta “socialistas de mercado” de mil matices, tonos y variantes.
Pero para la oposición nada de esto es real, para ella vamos “Comunismo”, un término que usan mucho y del que han leído muy poco por no decir nada. No entienden que una cosa es tener una posición económica privilegiada y otra tener un alto nivel de cultura general. A ellos les resultaría sorprendente saber que en la London School of Economics de la Universidad de Londres, estudiar marxismo es una obligación en al menos el 30% de la currícula del grado de Licenciatura en Política y Relaciones Internacionales.
En realidad, si se le juzga por sus actos y sus palabras, a casi un cuarto de camino del siglo XXI la oposición tiene, en lo que toca al marxismo, al comunismo, al socialismo, al Manifiesto Comunista y al El Capital, un conocimiento y cultura general idéntico al que tenía el párroco de San Miguel Canoa, Puebla, cuando en 1968 convocó a los habitantes para linchar a un grupo de trabajadores de la Universidad del Estado -que estaban ahí de paso para escalar la Malinche- acusados de “intentar traer el comunismo al pueblo”.
Son ignorantes, sólo que no lo saben.
- Frivolidad
Dicen buscar el bien del país y de la sociedad, pero pareciera que lo dicen porque eso es lo que hay que decir. Su violencia verbal resta a su sinceridad, no se asoma ahí amor a una causa ni convicción de largo aliento. De hecho, si hay una convicción profunda más allá del interés inmediato, de la mezquindad o de la ignorancia, no se ve, no se siente. No se distingue en las filas un ideal sincero, y sin el ideal, mucho menos se distingue disposición a la abnegación, a la “brega de eternidad” o incluso, al martirio. De hecho, en lugar de esa flama interna que sirve como brújula y motor y de la que nace la mística del servicio y de la acción no hay más que frivolidad, una frivolidad que de tan flagrante es ofensiva.
Salir en autos aclimatados no les ayuda en un país que trabaja y marcha bajo el rayo del sol; lavar sus coches y lucir sus ropas para manifestaciones que sólo llegan hasta donde llega el pavimento se ve mal en un país de gente pobre; “hacer política” con su racismo y clasismo en la seguridad de las redes se ve mal en un país que sufrió la crueldad de la guerra sucia: ¿cuántos de ellos estarían dispuestos a enfrentar a la Brigada Blanca o a la Dirección Federal de Seguridad por sus ideales? Y es en este aspecto en el que tal vez resulta mayor su deuda con la sociedad: los referentes de compromiso político en este país, independientemente de que se simpatice con las causas que defendieron hasta la muerte o no, son altos, muy altos.
- La oposición necesaria
Por su propio bien la oposición necesita dar lugar, hacer eco y proteger a los moderados de sus filas. Detectar a sus cuadros más valiosos, esos que son articulados y combativos, dialogantes, sensatos, firmes y respetuosos, esos que abrevan de las mejores tradiciones de la lucha política y civil, de izquierda y de derecha. México necesita una oposición que se nutra de la copiosa historia nacional: de Salvador Nava sí, y también de Heberto Castillo; una oposición alta de miras, que recupere el espíritu de la militancia por ideales, que salga del estercolero de la mezquindad, de la ignorancia y de la frivolidad; una oposición que sepa argumentar, que sepa proponer, no para ganar la discusión sino para construir un proyecto común con los diferentes, una oposición que sepa distinguir a las personas, que sepa respetar su humanidad, que sepa escuchar y defender sin ofender y que sepa, en suma, ver adversarios en lugar de enemigos.