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Penosas marchas blancas y novedosas protestas verdes

Hay una reflexión constante sobre la incapacidad de los seres humanos para dimensionar la nomenclatura que tendrá tiempo histórico en el que vivimos. No creo que los campesinos subyugados por el feudalismo ni los monjes más eruditos de los claustros medievales entendieran que vivían en la edad media, el tránsito entre la edad antigua y la modernidad. Así mismo, el londinense promedio de la segunda mitad del siglo XIX no sabía que vivía en la época victoriana, esplendor del imperio británico.

Nuestro convulso presente sirve como ejemplo de lo antes mencionado. Hablar de nuestras confrontaciones sociales, políticas, culturales y económicas como sociedad nos ponen en el dilema de no saber a qué época pertenecemos, pues grupos conservadores están ocupando medios muy similares de aquellos que proponen cambios acelerados en nuestra realidad, sin contar que nuestros agentes políticos también mutan y adaptan sus medios de comunicarse y movilizarse. No sabemos en qué tiempo vivimos ni qué reglas nuevas rigen el juego social.

Acotando el comentario a este domingo primero de diciembre en Puebla y percatarnos que la extrañeza de nuestra circunstancia nos obliga, a ser responsables de lo que creemos y más aún en la manera que lo defendemos.

Menos de dos kilómetros y algunas horas de diferencia separaron un par de sucesos que son agenda constante en estos días para quienes estamos al tanto de lo que sucede en Puebla: las críticas constates a la 4T como conjunto y pretensión de élite transversal gobernante y los movimientos encabezados por colectivos feministas con reivindicaciones de la misma índole.

En algunos puntos del país se convocó a una marcha presuntamente ciudadana paralela y opositora al evento conmemorativo del arranque del gobierno Lopezobradorista hace un año.  En Puebla, el recorrido atravesó la Avenida Juárez de la capital del Estado. Hay un par de apuntes muy precisos que hacer de tal marcha. El primero de ellos contempla la incapacidad de la oposición en todo el país para asumirse con legitimidad como un agente político independiente a la ciudadanía, pues durante dicha marcha personalidades prominentes del PAN y otros partidos asistieron con un perfil bajo. En realidad, la oposición debería ofrecer una opción electoral a la cual sumarse, más no a la inversa, ya que la bandera ciudadana le funciona como último refugio ante el desprestigio que enfrenta actualmente, al no sentirse como una opción electoral viable.

Por otra parte, las protestas feministas son una novedad en el panorama político mexicano, pues pasaron de una postura de exigencia jurídico-social por igualdad sustantiva a una de corte más amplio, en el que buscan una instrumentación coherente del Estado mexicano para erradicar la violencia de género, que va desde el acoso callejero hasta los feminicidios.

A pesar de que no me soy feminista y considero que la autodenominación de hombre aliado es innecesaria e irrisible en muchos casos, es un hecho que la radicalización de los medios y posturas de las protestas han servido para visibilizar una deuda pendiente del estado mexicano con este sector.

Desde que los grupos feministas comenzaron a realizar pintas y destrozos menores en la ciudad de México, Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la CDMX, declaró alerta de Género en su demarcación, se le ha dado celeridad a la ley Olimpia, han estado en el centro de la agenda pública las demandas feministas y no dudo que en poco tiempo se logre la aprobación de la interrupción legal del embarazo en todo el país.

El performance realizado en Puebla en recientes días hace aún más visible las reivindicaciones de dicho movimiento. “El violador eres tú” es clara muestra de ello.

Recupero a Bertolt Brecht para concluir “La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.

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